Artículos Aquí, allá y más allá.

Aquí, allá y más allá.

Creo me quedo corta llenando estas líneas para admirar por naturaleza y condiciones humanas a mi Venezuela.
Un país con un clima espectacular, las montañas, mi Ávila que sea el ángulo donde uno esté lo divisa tan majestuoso, su gente.

Conchale, por qué separarnos de nuestros hijos, por qué no seguir acompañando sus éxitos, por qué no poder compartir entre amigos y familia como siempre se solía hacer con alegría, entusiasmo y sin temores.

Muchos se van y es porque estaba ya en sus planes sin haber motivos a la vista, pero una gran mayoría por sentirse vulnerados a lo que se vive el día a día si arrancan y se van.

La inteligencia migratoria puede servir como una brújula.

Puede ubicarnos en donde estamos, hacia donde queremos ir o quedarnos aún después de evaluar nuestras opciones.
He descubierto la decadencia de nuestra humanidad, hemos tratado de cubrir un vacío en nuestras vidas que hemos perdido la esencia de vivir, de trascender, de darnos la oportunidad de sentir, de saber que tiene un sentido el estar aquí, de crear un futuro un verdadero futuro donde nuestra evolución encuentre el equilibrio de todos y cada uno de los seres vivos, pero como hacer eso sí no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos, solo dejamos que nuestros instintos de supervivencia sean egoístas ni siquiera vemos por nuestra propia sangre, nuestra familia, si es que hoy en día conocemos lo que representa.

Sí tan solo fuéramos capaces de verlo, de regalarnos un momento y de observar con detalle en lo que nos estamos convirtiendo, hoy en día solo vemos rostros, siluetas de lo que consideramos que es la humanidad, pero… ¿qué es humanidad?

Acaso será solo una palabra, algo que nos define, o solo será la ausencia de lo que somos o lo que queremos ser, de la competitividad por ser mejor que los demás, nos perdemos en la vanidad y no vemos a través de lo profundidad de una mirada, de la magia y el fuego que la hace brillar, de sorprenderse de lo que observamos cada despertar.

Decimos que el mundo nos ha cambiado como si no tuviéramos voluntad propia y evadimos la responsabilidad de nuestras acciones del hecho de asumir que nada va a cambiar.

Quizás estas palabras sean fuertes, pero considero que no tan fuertes como los deseos de vivir, de vivir plenamente con intensidad, con pasión, de poder decir, soy libre porque es mi decisión no la que me proporciona el mundo exterior, si lográramos saber lo que sentimos, de encontrar un sentido a la vida, un fin, no el fin de la misma.
Solo entonces y solo entonces cambiaríamos, porque cambiar no es estar en otro lugar sino estar en el mismo haciendo cosas diferentes, cosas que hagan la diferencia y no sólo en nosotros mismos sino en los demás también.
Porque sin darnos cuenta nuestras acciones se reflejan en los demás en todos los sentidos, si alguien sonríe otro lo hará si alguien ama los demás lo harán, se convierte en una cadena interminable que no puede parar, solo se detendrá en el momento que alguien deje de creer.

Y hoy hemos dejado de creer por el miedo a ser distintos, a no comulgar con lo que piensan o hacen los demás a no seguir y perseguir un ideal una idea, un sentimiento, un sueño, y todo se queda en una intención.

Somos el reflejo de lo que pensamos y también hemos dejado de pensar, por consecuencia de actuar. Y actuamos solo por sobrevivir, pero eso no es vivir, sobrevivir es morir lentamente, perder la voluntad la alegría de sentir, de sentir que estamos vivos que existe un mañana y no para los demás, sino para cada uno de nosotros, despertar a un nuevo amanecer con la firme convicción de ser mejor que ayer.

Como ha evolucionado la humanidad, en el inicio de los tiempos las hombres y mujeres emigraban por una mejor calidad de vida, por descubrir nuevos lugares, por la emoción de la aventura.

Hoy en día solo se hace por el preservar la vida, por el peligro que vive latente en el sentir de los hombres y en la extinción de generaciones.

Quisiéramos expresar nuestro sentir, pero de alguna manera han robado nuestra voluntad, las ganas de vivir, los deseos de hacer de este mundo un mundo mejor para las nuevas generaciones.

Pensamos en la alegría de cambiar nuestros pensamientos, de imaginar que las cosas pueden cambiar, pero lo único que predomina es el deseo de escapar.

Perdemos tantos en el camino, y no solo como personas sino en el conocimiento, la experiencia, las raíces, eso que nos hace ser quienes somos lo que nos hace diferentes, pero al mismo tiempo tan iguales.

Por eso hoy quiero cambiar y no me refiero a cambiar de lugar, emigrar en introspectiva de gritarle al mundo que necesitamos corregir el camino, el camino de los pueblos, de los países, del mundo, pero más importante de nosotros mismos como seres humanos como una humanidad.

@DGicherman
www.dorisgicherman.com

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